28 junio, 2012

Y la cabeza comenzó a arder





Sobre la pared
negra
se abría
un cuadrado
que daba
al más allá.


Y rodó la luna
hasta la ventana;
se paró
y me dijo:
"De aquí no me muevo;
te miro.
No quiero crecer
ni adelgazarme.
Soy la flor
infinita
que se abre
en el agujero
de tu casa.


No quiero ya
rodar
detrás de
las tierras
que no conoces,
mariposa,
libadora
de sombras.
Ni alzar fantasmas
sobre las cúpulas
lejanas
que me beben.


Me fijo.
Te miro".


Y yo no contestaba.
Una cabeza
dormía bajo
mis manos.
Blanca
como tú,
luna.


Los pozos de sus ojos
fluían un agua
parda
estriada
de víboras luminosas.


Y de pronto
la cabeza comenzó a arder
como las estrellas
en el crepúsculo.


Y mis manos
se tiñeron
de una sustancia
fosforescente.


E incendio
con ella
las casas
de los hombres,
los bosques
de las bestias.






Alfonsina Storni, Mundo de siete pozos, 1934

1 comentario:

Anónimo dijo...

El poema mas extraordinario sobre la eternidad jamas escrito