ocupada en el centro dorado de la dalia roja
haciendo su trabajo
y disparó volando enloquecida
con insensatos giros hacia el cielo.
En este imbécil desatino
quise experimentar un conflicto
en el ciclo de la fecundación.
Pero el jardín siguió allí, colmado
de orden y luz, atendiendo
a la hirviente vida gestándose en sus raíces
la certeza de un universo continuo
con sus dalias rojas erguidas
sobre finos tallos articulados,
esperando el regreso de la avispa
recuperada de su sobresalto contra natura.
Joaquín Giannuzzi, Un arte callado
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