07 julio, 2007
Luego nos disculpamos por la lluvia
Luego nos disculpamos por la lluvia,
le pedimos perdón a las hornallas,
acariciamos a los delicados
anteojos de la abuela; le quitamos
la herrumbre a las cerezas, incluimos
en nuestro afecto a quien nos quitó el viento,
nos despojó del agua y de la puerta,
nos ultrajó en las calles del verano.
Le damos nuestra mano a todo el mundo,
le ahuyentamos el odio, le decimos
dónde el cedro es mejor, dónde se compran
los trajes de la luz, las golondrinas.
Le regalamos vainas olorosas
para guardar la sed de los cometas;
le obsequiamos tocino, municiones,
juguetes de maíz, nubes en frasco,
todo lo que podemos, lo que apenas
tenemos en el fondo del armario,
pero son insaciables. Ellos quieren
que nuestra sangre rota se derrame,
se vuelque aquí, brinque de muerte,
imitando a un herido cuadrumano.
Quieren la vida y el amor y el canto:
apenas lo que alcanza para un día.
Roberto Themis Speroni
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